jueves, 6 de junio de 2013

Vivir lo que se escribe

Vivir lo que se escribe - Editorial del 7 de junio de 2013 El lector habitual de Crónica, y el no tan habitual pero que conoce la historia familiar, sabe que yo nací en una imprenta. Si bien literalmente la frase es errónea, ya que vi la luz en el viejo Hospital “Centenario”, pasé gran parte de mi vida en “La Unión”, que así se llamaba el taller gráfico de mi padre, y eso justifica la frase. Ahí aprendí a componer, letra por letra, con el ya obsoleto sistema tipográfico, seguramente iniciándome con algún texto del viejo Crónica, del cual todavía conservo el archivo. Es por eso que entre los recuerdos más gratos de mi infancia figura el relacionado con la celebración del "Día del Periodista", fecha que se conmemora precisamente hoy, 7 de junio, en recuerdo de Mariano Moreno y su "Gazeta de Buenos Ayres" (así se escribía por aquellos tiempos), fundada en 1810 por la Primera Junta de Gobierno, mediante un decreto que establecía que “el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres”. ¡No me diga que esto no parece escrito ayer! Debe ser por esos valores que esa fecha fue elegida como el Día del Periodista por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba en 1938. "Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo", decía hace mucho el historiador romano Cornelio Tácito, de quién también tiene Crónica una frase en su portada. Por la natural relación que uno y otro tenían, en esa infancia y adolescencia transcurridas entre tipografía, papeles y tinta, el mismo día se conmemoraba también el "Día del Gráfico", que posteriormente mereció un recuerdo y una fecha especial. Y aunque no quiera retrotraerme tanto al pasado, me emociona mucho recordar el lugar, que ahora me duele que esté tan cambiado. Solo conservo dos mosaicos del piso, que tantas veces pisé, y que Daniel me guardó especialmente. Y, por supuesto, a la gente que pasó por "La Unión" y que me marcó a fuego con la impronta de la amistad y el compañerismo, y en algunos casos hasta la hermandad: Juan, José, Kiko, Graciela, Mary; “el viejo Crónica”; mi padre al pie de la "minerva" (así se llamaba la máquina que imprimía) y a mi mamá alcanzándonos un mate con torta (¡o con tortas fritas!). Es por eso que para quién firma esta página tiene tanto peso el ejercicio de esta profesión, desde un lugar que en Basavilbaso tiene mucha historia, pero que, a fuerza de compromiso y de dedicación, ha logrado también tener un presente que ya, aunque parezca mentira, está rozando los diez y seis años y los ochocientos números, todo esto en forma ininterrumpida desde octubre de 1997, día que hoy me parece tan lejano. Y es desde esta “nueva” Crónica, con la carga de la herencia familiar, desde la que intento (y espero estar lográndolo) trasmitir la pasión con la que se debe encarar esta profesión, consciente de que llegamos todas las semanas hasta cada vez más hogares de nuestra ciudad, tocando, con la profundidad limitada a nuestra capacidad, los temas que sabemos le interesan a la gente, con un punto de vista lo más original posible. Y pese a quién le pese. También, por supuesto, en concordancia con esa corriente que junto con mi sangre lleva esa tinta y ese papel entre los cuales nací, sigo insistiendo con mis apreciaciones relacionadas con el desempeño de los funcionarios públicos en la tarea para la cual fueron elegidos, o, en otros casos, nombrados por aquellos a quienes nosotros elegimos. Lo hago acá, desde nuestra “pequeña aldea”, deseoso de que más medios se animen a denunciar a los funcionarios que no funcionan. Mientras, o en tanto, casi todos los políticos están encerrados en sus legislaturas y en sus ejecutividades (en las que no legislan ni ejecutan), ornados con sus corbatas de seda y preparados en las "gateras" para entrar (por las buenas, por las malas...o por las peores también, como cantan Los Olimareños) en las listas (primero en las PASO de agosto y luego en las de octubre) y seguir cobrando sus exorbitantes dietas, que les asegurarán exorbitantes jubilaciones. Y es por eso que pese a que los medios serios (no los medios medio serios) insisten en repudiar la entrega que en la década del 90 terminó con la quiebra de la Patria (literal y metafóricamente hablando), ellos siguen con sus morisquetas, escondiendo sus riquezas, sin importarles nada de nada lo que opina la gente, sin reconocer que, como decía Albert Einstein, la mejor manera de repetir los malos resultados es volver a hacer lo mismo. O, como le digo siempre a mis alumnos: la mezcla de tierra con agua siempre dará barro. Nunca un flan de dulce de leche. He insistido hasta el cansancio con aquello que decía Aristóteles respecto a que la política es el arte de lograr el bien común. Lástima que tan insigne filósofo no pueda ver cómo, en un país que tiene una cosecha record, se mueren chicos de hambre dejando atrás bolsas de basura destripadas buscando algo de comida o algo vendible con lo que adquirirla. Nada puede llevar tanto tiempo como lo que está llevando conseguir un poco de justicia social en la Argentina. Y llama mucho la atención que, en ese fracaso, los que son responsables la han conseguido para sí mismos, en un alarde de magia, y sin importarles que lo único que supera su corrupción es su propia incapacidad. Basta ver a Báez, el testaferro, para muestra. Vamos a abrevar, como solemos hacerlo, en una creación cultural, convencidos como estamos de que sólo la cultura salvará al pueblo, porque nuestra enfermedad cultural es previa y más importante que la enfermedad económica y política. Se trata en este caso de la película italiana Il Gattopardo, basada en la única (pero no por eso menos formidable) novela del príncipe de Lampedusa, en la cual caracteriza a la clase dirigente con la frase que luego sirvió para acusar a, por ejemplo, casi (benévolamente) todos los gobiernos que hemos padecido: "Si queremos que todo quede como está, es necesario que todo cambie", o más simplemente, lo que se ha dado en llamar “el gatopardismo”. Y, a la hora de decidir si uno está a favor de permitir que los programas en los que se denuncian las miserias de los gobernantes y de sus amigos, lo que no es ni más ni menos que defender la libertad de expresión, viene a cuento una imagen de la película “Gladiador”, en la que Cómodo, coronado emperador, para ganarse el favor del pueblo, inaugura varios meses de juegos en el Coliseo entre los que incluye la reapertura de las peleas de los gladiadores, mientras que desde los carros le arrojan pan a la muchedumbre. La escena de la película muestra la tradicional frase: pan y circo. Claro que vale aclarar que ese período de la historia poco tiene que ver con la actualidad, porque los procesos políticos, sociales y económicos, se han vuelto mucho más complejos, dado que cuando la inflación hace escasear el pan, no hay circo romano que pueda montar Cómodo para distraer a la gente de los problemas que la afligen todos los días. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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