jueves, 25 de julio de 2013

Yankees come in (lease yanquis cam in)

Yankees come in (lease yanquis cam in) En poco más de una semana el kirchnerismo arrió casi todas las banderas que alguna vez había izado (si es que en verdad lo había hecho y no era solamente una ilusión óptica). Hoy vamos a hablar de una de ellas, pero no podemos dejar de mencionar, aunque sea “de paso”, a por lo menos dos de las otras. Y eso porque la coincidencia en las tres está dada en que el gobierno le rehúye a la discusión acerca de ellas, porque tiene temor de la incidencia negativa que el esclarecimiento y la verdad le traigan en las elecciones primarias del próximo 11 de agosto. Esto de por sí ya es una vergüenza, dado que mezclan lo político con lo partidario para hacer campaña con los temas que les convienen, mientras que ocultan la tierrita debajo de la alfombra en los demás. Para empezar con la Justicia (una de esas banderas), finalmente “mostraron la hilacha” permitiendo que Ricardo Jaime gozara de un privilegio al que a los “ladrones de gallinas” les cuesta mucho acceder, y por eso de ellos están llenas las cárceles. Se podría hacer un muestreo de lo difícil que resulta, procesalmente hablando, conseguir una eximición de prisión, incluso por delitos con una pena mucho menor que la prevista para aquellos de los que se acusa al exsecretario de Transporte de la Nación. Y por supuesto, de menos repercusión pública. Y tanto hablar de DDHH, para “hocicar” nada menos que nombrando como Comandante en Jefe del Ejército a un mucho más que sospechado de haber violado esos mismos derechos. Tuvo que salir Horacio Verbitsky, a través del CELS, para que los senadores del FpV decidieran “postergar” (eso solamente significa posponer para después de las elecciones) el acuerdo del Senado. Pero ya entrando en el tema por el que nos decantamos hoy, que tiene que ver con la tercera de las banderas arriadas, y para que se pueda entender finalmente el porqué del título, a poco menos de un año de haber echado a los españoles (por segunda vez, aunque con menos honra) de nuestras tierras, o por lo menos de nuestro subsuelo, al quitarles las acciones que Repsol tenía en la petrolera estatal YPF, le dieron la concesión del yacimiento denominado “Vaca Muerta”, ubicado en la provincia de Neuquén, a Chevron, empresa norteamericana sucesora de la tristemente célebre Standard Oil. Antes de seguir vamos a explicar que la frase yankees go home (pronúnciese "yanquis go jom"), con la que hemos jugado en el título, se usaba popularmente en los ’60 y ’70 para “pedirle” a los norteamericanos que se fueran a su casa, particularmente luego de la Revolución Cubana y de Vietnam. Por supuesto que todos los movimientos de izquierda de los países latinoamericanos, incluida la Argentina (y lo recalcamos porque tanto la actual Presidente como su marido y antecesor en el cargo, se jactaron de su militancia en uno de ellos) tenían esa frase a flor de labios, ¡y casi siempre con razón!, más allá del sentimiento xenófobo que la misma irradia. Y el juego del título tiene que ver, justamente, conque la que usamos hoy quiere decir lo contrario, o sea una invitación a que los norteamericanos vengan a nuestra casa. En principio esto no estaría mal, si es que constituyera una línea de pensamiento abonada y avalada por el kirchnerismo desde siempre, y para eso se los hubiera votado. Pero no es así, sino todo lo contrario. El gobierno se jacta de tener un sesgo “nacional y popular” (o “nac&pop”, según su propia jerga), mientras que en realidad lleva adelante, a la luz de los acontecimientos, uno de los más fieles ejemplos de liberalismo económico. Lo concreto es que un año y tres meses después de que el gobierno decretase la expropiación del 51% de las acciones de YPF a Repsol, “por fin” consiguió que una multinacional extranjera invierta en el yacimiento de gas no convencional de Vaca Muerta. A esta altura de la página tenemos que hacer notar que muchos de los que que en su día colaboraron para que se aprobara en el Congreso la expropiación de YPF, repudian ahora el acuerdo con Chevron. Hablan (pero no se los escucha) de “neocolonialismo puro” y critican el hecho de que esas divisas nunca vuelvan a Argentina. Es más, la Red Nacional Ecologista (Renace) indicó que YPF eligió "al socio más sucio", y recordó que Chevron fue condenada en Ecuador por la contaminación de unas 500.000 hectáreas en la Amazonia que afectó a unos 30.000 integrantes de las comunidades aborígenes de la región. Los yacimientos de Vaca Muerta contienen la tercera reserva del mundo en gas no convencional, por detrás de otros campos situados en China y Estados Unidos, y su desarrollo sería clave para que Argentina encuentre un alivio energético que viene atenazando la economía del país desde hace varios años. Pero si antes hablábamos del liberalismo económico, es dable pensar que esas riquezas no se van a repartir entre nosotros, ya que esa ideología propugna la distribución de los recursos internos mediante el “libre” funcionamiento de mercados y precios y el convencimiento de que el Estado debe intervenir lo menos posible. Como sabemos, en nuestro país estas dos cosas son utópicas, tanto para bien como para mal. Justamente es por eso que, sin mucho alarde, porque no le conviene que se sepa esta parte de la historia, el gobierno anunció que las empresas que presenten proyectos de explotación a partir de mil millones de dólares podrán acogerse a una serie de beneficios. Por ejemplo, desde el quinto año de la ejecución de sus proyectos podrán comercializar en el mercado externo el 20% de su producción sin pagar retenciones. Y tendrán la "libre disponibilidad del 100% de las divisas provenientes de la exportación de tales hidrocarburos". ¿¡Si esto no es liberalismo, el liberalismo dónde está!?, para usar, con algunos términos cambiados, otra frase típica de los ’60 y los ’70. Cuando la Sra. Presidente confiscó las acciones de Repsol, el argumento de peso era que Axel Kicillof (viceministro de Economía) la había convencido de que sólo el sector público podría obtener el petróleo y el gas que las “rapaces” multinacionales se niegan a suministrar. Eso justificó el “gallegos go home”, pero la alegría les duró poco. Quizás habría que recordarle a estos pseudo populistas que ya en 1911 la propia Corte Suprema de Justicia de los EEUU condenó a la Standard Oil (de la familia Rockefeller) por monopolio, y la obligó a dividirse en 34 empresas, una de las cuales terminó siendo Chevron. Y más que seguramente habría que hacerles leer a los del gobierno (y a muchos de la oposición que solo dan manotazos en el aire, y la mayor parte de las veces sin sentido), que durante el siglo XX varios procesos e investigaciones probaron arreglos oligopólicos a nivel internacional para repartirse los más ricos yacimientos y controlar los precios, trazados por las mayores multinacionales norteamericanas y europeas, conocidas como “las siete hermanas”, entre las cuales, ¡oh sorpresa!, está Chevron. Como siempre, nosotros fuimos a buscar el zorro para cuidar el gallinero, mientras en la campaña política discutimos por una banca, como si eso fuera lo importante. Para el que quiera hablar con conocimiento de causa de este tema, que es uno de los cruciales para la Argentina, incluso más (¡aunque parezca mentira!) que la importantísima presencia de Florencia Peña en los actos de campaña del FpV, le aconsejamos abrevar en la información que existe acerca de la crisis petrolera de 1973, y de cómo cambió el mapa del mundo en ese momento, algo de lo que, parece, nuestros dirigentes no se dieron cuenta. Mientras tanto, el gobierno sigue repartiendo netbooks, sin notar que el hombre que no entiende lo que lee, no tiene ninguna ventaja sobre el que no sabe leer. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 18 de julio de 2013

Debido (De Vido) a la impunidad

Debido (De Vido) a la impunidad - Editorial del 19 de julio de 2013 Todos los gobiernos se caracterizan por algo. Por cierto la Ciencia Política se especializa en estudiar las diferencias entre cada una de esas características, y de allí, precisamente, han surgido las definiciones de democracia, autocracia, totalitarismo, y tantas otras que describen las peculiaridades que hacen preferibles, o no deseables, a quienes manejan nuestros destinos. Pero hay otras definiciones que ya no tienen que ver con esa materia, sino más con "la ley y el delito", tomando el título de un criminalista español muy conocido entre quienes estudiamos Derecho. Últimamente, y cada vez con mayor aceleración, menos descaro y más sensación de impunidad, se habla de los gobiernos, o de quienes los integran, en relación o como consecuencia de su capacidad para hacer negocios y enriquecerse. Horacio Verbitsky, seguramente el investigador periodístico más importante que dio la Argentina en estos años, por lo menos hasta que decidió dejar de analizar y comenzar a justificar solamente los hechos y dichos de los gobiernos kirchneristas, escribió hace muchos años un libro que desnudó una costumbre muy arraigada en ciertos y determinados partidos, y en ciertos y determinados de sus funcionarios. En principio, debemos decir que para que el título que eligió se hiciera realidad hacía falta que esos partidos y esos funcionarios gobernaran. El libro en cuestión se tituló "Robo para la Corona", y el subtítulo, quizás todavía más importante y explicativo, era "Los frutos prohibidos de la corrupción". La primera edición de esta especie de manual de las malas costumbres de ciertos políticos, que algunos consideran necesarias, o por lo menos así nos lo quieren hacer creer, es de 1991, o sea que venimos conociendo el trasfondo de estas prácticas desde más de veinte años, aunque en verdad ya en gobiernos anteriores hubo denuncias públicas de enriquecimiento ilícito y de utilización de testaferros. Obviamente que un caso emblemático es el de Jorge Antonio, pero también hubo otros vinculados a negocios como los de la carne o los de las carreras de caballos, que en la década del '50 resultaban apropiados para derivar hacia ellos los dineros mal habidos. Esto, contado ahora, parece un relato infantil al lado de lo que estamos viendo en vivo y en directo, pero digamos que fue el campo propicio como para que se probara que en la Argentina la impunidad campea, por lo menos en ese tipo de delitos y con respecto a ese tipo de personas. No por nada es emblemática en las facultades de derecho de nuestro país el estudio de los casos llamados de "ladrones de gallinas", en los que las penas suelen ser mucho más duras. ¡O quizás deberíamos decir en los que las penas suelen ser! También es cierto que en la Argentina, que es nuestro escenario ("este es mi lugar y aquí me quedo"), la mención de la corrupción ha sido muy útil para justificar los golpes de estado. Casi todas las llamadas "revoluciones", y estamos hablando de la serie que comenzara en aquél 6 de septiembre de 1930, tuvieron, en mayor o en menor medida (en mayor la del 16 de septiembre de 1955, llamada "libertadora", y la del 24 de marzo de 1976, autodenominada "Proceso de Reorganización Nacional", y en menor medida o en nula las restantes) como argumento central la necesidad de terminar con la corrupción de los civiles. ¡Y empezar con la de los militares y sus cómplices! Pero la realidad indica que en muchos gobiernos civiles, aun cuando ya la amenaza de los golpes aparezca como utópica, se empieza a poner en debate la forma en la que se ejerce el poder. Así, luego de habernos recuperado de las consecuencias de la represión, los muertos, los desaparecidos, el robo de bebés, y haber tomado la decisión de juzgar a los culpables, comenzamos a darnos cuenta de que, por ejemplo, que alguien cobrara una jubilación diez o más veces mayor a la de uno, era percibido por el ciudadano común como un acto de corrupción. Por eso aparecieron las llamadas "jubilaciones de privilegio" que, es claro, al lado de las cosas que vemos hoy es otro cuento de chicos. Ahora, decenas de miles de millones de dólares pasaron de unos bolsillos a otros, empezando por el bolsillo del Estado, que es el que se vació primero, y terminaron creando una situación estructural que parece imposible de solucionar y que condiciona sobremanera los cursos de acción futuros. Por un lado sabemos que políticamente es imposible imaginar la gobernabilidad si no es con el kirchnerismo al frente, no solo por su propia capacidad (mínima, pero capacidad al fin) sino por la absoluta y total impericia de la oposición, no ya para gobernar, lo que es utópico, sino simplemente para oponerse. No por casualidad estoy justamente leyendo por estos días una novela de un autor cubano llamado Leonardo Padura (la novela lleva por título Pasado Perfecto, y la recomiendo) en la que el tema central tiene que ver con un caso de corrupción en un alto nivel de gobierno en la actual Cuba (recalco lo de actual porque se supone que la Revolución fue justamente hecha para terminar con los privilegios del régimen de Fulgencio Batista). Eso demuestra muchas cosas que nos pueden servir a nosotros de enseñanza. Una es que a medida que se asciende en la pirámide burocrática las instancias superiores no sólo tienen la responsabilidad formal por los actos de sus subordinados, sino que los propios delitos serían imposibles sin su protección y que, entonces, casi una lógica consecuencia que encuentra el sistema para solucionar este "problema" es asaltar los organismos de control, que deben ser de gestión independiente, y de ese modo lograr una concentración de poder que decide a quién se premia y a quién se castiga. Fíjese Ud., amigo lector, que el papel de Gils Carbó en estas instancias está muy distante del que debe ejercer un Procurador General de la Nación. Y eso sin hablar de lo que podría pasar si se logra el resultado que el gobierno pretende conseguir con la reforma judicial, que no es otro que el de dejar de lado los méritos de cada uno para empezar a ocuparse de lo que le sirve y le interesa al poder. Concretamente, y aunque parezca mentira, salvo que leamos las cosas a la luz del título de la obra de Verbitsky, hasta ahora la investigación judicial sobre el empresario kirchnerista Lázaro Báez no involucró directamente a ningún funcionario del Gobierno. Sin embargo, sí pudo haberlo hecho, ya que la acusación original por lavado de dinero incluía al ministro de Planificación, Julio De Vido, dado que se sospechaba que había favorecido a Báez con contratos de obras públicas. Su nombre fue eliminado del dictamen cuando intervino en el expediente el fiscal antilavado Carlos Gonella, un hombre designado en forma polémica por la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó. También tuvieron esa suerte el propio Báez y sus hijos Martín y Leandro. Pero es claro que las corporaciones siempre tuvieron las espaldas bien cubiertas, y este Frente para la Victoria no es la excepción. "De Vido fue beneficiado por un fiscal cercano al Gobierno", habría que titular, pero también "Clarín fue beneficiado por una Corte adicta al no resolver luego de 4 años sobre la Ley de Medios" o, "La Nación se beneficia del silencio de la Corte adicta, respecto del fallo sobre una deuda con la DGI que lleva más de 10 años", o, "La Sociedad Rural fue beneficiada por un Juez cercano a sus intereses en el caso de la anulación del predio de Palermo". Pero también es cierto que el gobierno sigue dando mucho que hablar. Ricardo Jaime, uno de los arquetipos del sistema (ciudadano ilustre de Basavilbaso porque en 2008 anunció acá que iban a traer trenes de Portugal y de España), está prófugo desde hace una semana, en rebeldía frente a la acusación de administrar de manera fraudulenta un contrato por poco menos de $ 8 millones para realizar mejoras en el ferrocarril Belgrano Cargas, y por autorizar sin fundamento el pago de $ 2 millones a esa empresa. Madre, yo al oro me humillo, Él es mi amante y mi amado, Pues de puro enamorado, Hace todo cuanto quiero, Poderoso caballero es don Dinero. Francisco de Quevedo. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 11 de julio de 2013

El banco que no me banco

El banco que no me banco - Editorial del 12 de julio de 2013 Uno de los temas recurrentes en Crónica de los últimos tiempos tiene que ver con la atención que se ¿brinda? al usuario de los servicios de los bancos locales, sobre todo en el Nuevo Bersa. Cada vez que tocamos esta cuestión nuestro enojo va en aumento, ya que en vez de solucionarse el problema, se agrava mes a mes, por no decir día a día. Como soy consciente de que ejercer el periodismo en mi ciudad, de la forma que lo hacemos en Crónica, o sea poniendo la firma y no escudándome en pseudónimos ni en anónimos, vuelvo a reiterar la salvedad de que no creo que los empleados sean los culpables de los males que sufrimos dentro de las dos instituciones, más allá de algunos "vicios" que ya forman parte del folclore pueblerino y que, por otra parte, tenemos todos en cada una de las profesiones que ejercemos o trabajos en los que nos desempeñamos. Y digo esto, básicamente, porque estoy persuadido de que acá estamos hablando de defectos estructurales, y no de meras cuestiones de coyuntura. Fieles a nuestro estilo en esta profesión, agotamos, previa a la redacción de este editorial, todos los caminos que nos permiten las instancias locales, ya que para recurrir más arriba no tenemos ni el tiempo ni el presupuesto necesario. Y tampoco estamos dispuestos a hacer antesala y rogar entrevistas a quienes se creen lo que no siempre son. Para entrar definitivamente en tema, sobre todo para aquel lector desprevenido que no concurre normalmente a dicho Banco, o no lo hizo más precisamente en estos días, las circunstancias que se vivieron el miércoles por la mañana rayaron en lo kafkiano o surrealista, ya que durante horas la gente permaneció haciendo cola dentro y fuera del mismo, mascando su bronca y sin que nadie le diera respuesta a su justificada inquietud. Las veces que hemos pedido explicaciones, en nuestro simple carácter de ciudadanos, y teniendo en cuenta que el Bersa, por más que lamentablemente se privatizó, es agente financiero del estado provincial, por lo que convierte a todos los habitantes de Entre Ríos en particulares damnificados cada vez que no cumple cabalmente con su cometido, desde la gerencia o la jefatura operativa de la sucursal, siempre con muy buen ánimo y un trato deferente, han aludido a falta de respuestas por parte de la Casa Central cada vez que ellos les trasmiten las protestas del público. Debemos creer que ello es así, pero, obviamente, con eso no nos alcanza. Hace demasiado tiempo que soportamos esta situación, y ya no nos convencen esos argumentos. Particularmente la mañana del día miércoles fue uno de esos días terribles, que tanto en la literatura, como en la Historia, como en la información cotidiana, dieron lugar a reacciones masivas que fueron desde el simple batir de palmas, hasta la "pueblada". Desde la literatura, y ya que hablábamos la semana pasada de los libros que leíamos en nuestra adolescencia, podemos hoy citar Fuenteovejuna, de Lope de Vega, una obra de contenido social y reivindicativo. La rebelión del pueblo unido ante la injusticia se puede considerar de una gran valentía y de carácter pedagógico. El pueblo no se propone cambiar el sistema social, sino que busca, simplemente, justicia. Y para ello la toma de su mano y luego la pide a los reyes que avalen su acción. Desde la Historia, la Toma de la Bastilla y su consecuencia inmediata, la Revolución Francesa, ocurrieron por la desidia con la que los reyes trataban a su pueblo, situación que se resume en la célebre frase atribuida a María Antonieta, cuando la gente reclamaba por pan: "Si no tienen pan, que coman tortas". Patético. Y desde lo periodístico y más actual, recordemos el caso Blumberg (sin estar en nuestro ánimo justificar los hechos que generó y quiénes fueron sus interesados convocantes) en el que, hábilmente fogoneado por los principales medios y multimedios de la Argentina, y haciendo pie en un problema real y acuciante, generó una enorme movilización en la Plaza de los Dos Congresos que constituyó una demostración contra la saturación que engendra la inseguridad cotidiana. Eso llevó a la sanción de la llamada "Ley Blumberg" (Ley 25.886), aprobada por el Senado y la Cámara de Diputados el 14 de abril de 2004, que modificó en el Código Penal argentino la figura de los delitos con armas. La misma, junto a dos leyes complementarias, estipula en 50 años la pena máxima de prisión por sumatoria de delitos para un condenado por delitos gravísimos (violación seguida de muerte, secuestro extorsivo seguido de muerte, etc.). Los hechos ocurridos, reiteramos, en la mañana del miércoles en la sucursal Basavilbaso del Nuevo Bersa, no pasaron a mayores por la pasividad que es intrínseca del pueblerino, y principalmente porque dos o tres de los allí presentes asumimos, como voz cantante, la propuesta de llevar este reclamo a otras instancias, como la legislativa o la judicial, y no pasar a las vías de hecho. Simplemente no hay derecho a tratar a la gente con ese grado de subestimación y desentendimiento de la realidad. Cada uno de los que estábamos allí esa mañana dejó sus ocupaciones por más de tres horas, en la mayoría de los casos para poder pagar obligaciones que vencían ese día, o para cobrar lo que por derecho nos correspondía, cualquiera fuera el origen de ese derecho. Y a casi todos nosotros eso nos generó inconvenientes en muchos casos insalvables o gravosos. En nuestro caso, particularmente, nos impidió pagar en tiempo y forma la tarjeta que se vencía ese mismo día en el Banco de la Nación, y a cuyo efecto debíamos cobrar un cheque en el "agente financiero" de la provincia. Pero seguramente hubo otros que resultaron mucho más damnificados, aunque para el reclamo alcanza solo con la inmoralidad de la demora. Es anecdótico ya que una señora haya tenido que comprar comida hecha porque no llegaba a tiempo para cocinarle a sus hijos que salían de la escuela, o que otra haya llegado al límite de la descompostura por los nervios, la falta de sus medicamentos y la ausencia de baños públicos. Nadie en su sano juicio puede salir de su casa para el banco pensando en que va a perder toda la mañana. Es totalmente incomprensible, por lo menos en nuestro pueblo. En síntesis, la propuesta que allí surgió, y de la que algunos tomamos la posta, es recurrir a una alternativa que nos ofrece la Constitución de Entre Ríos reformada en 2008, que en su art. 49 establece que "Todos los habitantes mayores de dieciséis años con dos de residencia en la Provincia pueden presentar proyectos de ley ante cualquiera de las Cámaras, con el dos por ciento, como mínimo, de firmas del padrón electoral provincial". Eso, en números, equivale a alrededor de 20.000 firmas que avalen el proyecto, en el que, por lo pronto, ya estamos trabajando, y que básicamente buscará que a los fines de la protección de los derechos de usuarios, las entidades financieras y no financieras, que presten servicios de cobranzas de cualquier índole y de pago de haberes a aquellos que por convenios o disposiciones de cualquier naturaleza deban percibirlos en ellas, estén obligadas a garantizar que el tiempo de espera en caja, ventanilla y/o cajero automático, no supere el término de media hora. A tal efecto, se deberá establecer la obligación de las instituciones indicadas de poner a disposición de los usuarios o consumidores un sistema de registro voluntario de horario de llegada y de salida, como asimismo del trámite que desea realizar. Por supuesto que el correlato de este resumen será el de las sanciones que la misma deberá prever para los casos de incumplimiento, y que deberán ser sumamente severas a fin de no terminar por parecer solo un paliativo que le cause gracia y no dolor al poderoso dueño del Banco. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existe ya una ley similar, que establece el carácter de "práctica abusiva" las largas esperas, aun cuando se provea a los clientes de suficientes asientos, haya instalaciones sanitarias y el orden de atención sea según ticket numerado. Sabemos contra qué vamos, porque como dijera alguna vez muy sabiamente José Ingenieros, a quién también se debería volver a leer, "los intereses creados obstruyen la justicia". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 4 de julio de 2013

Los libros no muerden

Los libros no muerden - Editorial del 5 de julio de 2013 Hoy el disparador del tema es el reclamo que hiciera el concejal Raúl Ascaino (UCR) para que se reformen los actuales programas de estudio "de manera que el libro vuelva a ser algo importante en nuestros colegios". El edil advirtió, inteligentemente, que se perdió el hábito de la lectura y que muchos niños y jóvenes no saben leer, escribir, ni comprender un texto. Y entendió, y de ahí su reclamo, que gran parte de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, y no solo a los jóvenes, tiene que ver con la pérdida del hábito de la lectura. Raúl expresó en la sala de sesiones la nostalgia de los de su generación (que es también la mía) cuando recordamos que leíamos Recuerdos de Provincia y Facundo, de Sarmiento; Juvenilia, de Miguel Cané; Amalia, de José Mármol; María, de Jorge Isaacs y Platero y Yo, de Juan Ramón Jiménez entre tantos otros. Yo podría agregar Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, Mis Montañas, de Joaquín V. González, y muchos más que todavía tengo guardados en mi biblioteca, forrados con el mismo papel, en el que aún está pegado el rótulo con el título y mi nombre, tal como los llevaba la colegio para la hora de Lengua. Por supuesto que alguien podrá objetar que la importancia de algunos de estos autores, e incluso la temática de varios de ellos, se ha diluido en el tiempo. Yo no estoy de acuerdo con eso, pero aun aceptándolo, hay muchísima cantidad ("una bocha", para usar lenguaje actual) de novelas, cuentos y ensayos más contemporáneos, si se quiere, que pueden incitar a los que nunca lo han hecho a comenzar a leer. Porque en lo que no estoy de acuerdo con Raúl es en que el problema se reduzca a incluir como obligación la lectura en los planes de estudios. Su misma formación universitaria le ha enseñado que las leyes nunca van delante de los hechos. Acá no se ha dejado de leer por falta de normas que lo indiquen, sino por una falta de compromiso de la que todos somos responsables. Hay estadísticas que demuestran que en España un chico en edad escolar lee al menos cinco libros por año, sin contar los de texto. En la Argentina, en tanto, es posible escurrirse por la escuela primaria y luego por la secundaria sin haber abierto siquiera uno. Pero el gobierno pretendió solucionar el problema entregando millones de netbooks que son usadas para cualquier cosa menos para leer algo en ellas. Salvo, por supuesto, lo que se escribe, inútilmente en la mayoría de los casos, a través de las denominadas "redes sociales". De paso, y ya que estamos, esto de las redes sociales tampoco es un invento nuevo. Yo, por ejemplo, en mi infancia, integré la red social del "campito" que estaba donde hoy la Escuela "Ovidio Decroly", en el que jugábamos a la pelota desde que terminábamos de hacer los deberes hasta que ya la oscuridad no nos dejaba ni siquiera vernos a nosotros mismos. Y era una red social integrada a las comunicaciones, ya que la "ardilla" Solís relataba el partido mientras jugaba. Luego, un poco más tarde en el tiempo, sin que hiciera falta la Internet ni el Smartphone, estuve (también con Raúl) durante gran parte de nuestra adolescencia, en otro gran ejemplo de red social: el Teatro Independiente Mascarada, que nos integró con gente mucho más grande con la que aprendimos cosas que hoy valoramos. Pero ni el campito, ni el teatro nos quitaron la alegría de llegar a casa y seguir leyendo el libro que habíamos comenzado la noche anterior, sin preocuparnos por el chat ni por el wathsapp. Y conste que no estoy para nada en contra del uso de las nuevas tecnologías. Pero sí en contra de su abuso. Porque se han inventado muchas cosas a lo largo de la Historia, pero la única forma de aprender sigue siendo la lectura. Justamente la Historia comienza a partir de jeroglíficos y papiros, hace unos cinco mil años. Allí los humanos emprendimos un viaje con destino todavía desconocido. Atrás quedaron, en la oscuridad de la agrafía, 400.000 años de vida humana que ahora llamamos Pre Historia, precisamente porque nada sabemos de ella. Solo desde, y gracias, a la escritura podemos trasmitir conocimientos salteando generaciones. Casi un milagro. Únicamente leyendo Juvenilia, libro de recuerdos estudiantiles del escritor argentino Miguel Cané publicado en 1884, citado también acertadamente por Raúl, podemos comprender, ciento treinta años después, muchos de los comportamientos de los jóvenes del Siglo XXI. Lo que hay que difundir, por todos los medios posibles, es que en todas las épocas, salvo la actual, leer era un raro privilegio, solamente destinado a la clase dominante, como manera de mantener en la esclavitud de la ignorancia al resto de la población. Y de ninguna manera podemos permitir que eso vuelva a ocurrir. Por eso es necesario hacer una doble lectura (justamente) de ese tan "generoso" reparto de computadoras portátiles que hace el gobierno, sin realizar un seguimiento de su uso. No les importa, porque lo que quieren es, precisamente, volver a la esclavitud de la ignorancia. En latín, libro se dice "líber", que también quiere decir "libre". Sin embargo no necesito recurrir a las etimologías para asociar lectura y libertad. Los que estamos acostumbrados a leer, y hacemos de ello una pasión, sabemos que leyendo aprendemos a volar como pájaros de altura, trascendiendo en el tiempo y el espacio y superando, en parte, las limitaciones a que nos condena nuestra biología. Y haber podido trasmitir a mis hijos ese placer aumenta en progresión geométrica el vuelo, ya que siento que no se ha cortado el hilo que hizo que yo leyera por ver leer a mis padres, y luego Leticia, Clarisa y Laureano leyeran por verme leer a mí. Es por eso que estoy convencido de que para que la escuela no trasmita simulacros de sabiduría y deje de entregar certificados vacíos de contenido, es preciso que se enseñe no solo la lectoescritura, sino a leer en hondura, en abundancia y, sobre todo, con placer. El hábito de la lectura no solo instruye. Además estimula la comprensión y permite comparar, razonar y valorar, fomentando la reflexión sobre lo natural, lo humano y lo divino, construyendo puentes solidarios entre el presente, el pasado y el futuro, y guiándonos por caminos de tolerancia, humildad y respeto. El peligro posmoderno, que representan los nuevos bárbaros (hay que leer Historia para saber lo que hicieron los viejos bárbaros), acecha a través de "especialistas" que desprecian cuanto ignoran, y son cada vez más adictos al ruido y a la imagen, porque solo leen avisos publicitarios o listas de precios. ¡Si hasta es casi imposible mirar películas por televisión ya que el desdén por la lectura obligó a los canales a doblarlas al español para sacarles los subtítulos! Así, grandes actores terminan haciendo el ridículo con la voz de otro, solamente porque nadie quiere leer ni siquiera dos renglones. La cuestión es mucho más grave de lo que se piensa. Los fracasos cada vez más frecuentes en el paso del secundario a la universidad, cuyo número nadie se anima a difundir porque luego, como consecuencia, habría que hacerse cargo y buscar soluciones, están basados, fundamentalmente, en que los egresados del colegio no saben leer, escribir, ni comprender textos. Así, cuando se dan cuenta de que para aprobar las materias, cuando las cosas son en serio, hay que "tragarse los libros", se vuelven con el pretexto de que extrañan. Entonces, cuando vayan a votar, ahora que lo van a hacer desde los 16 años, buscarán en las boletas de candidatos soluciones mágicas que deberían encontrar ellos mismos. Joan Margarit, un escritor catalán de quién Nardo, hace muchos años, me regaló un libro de poemas, decía que "la libertad es una biblioteca". Por eso este editorial número ochocientos está dedicado a la lectura y la "Luz Obrera", Quijote del Siglo XXI que persiste en la lucha contra los molinos de viento. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso