jueves, 11 de julio de 2013

El banco que no me banco

El banco que no me banco - Editorial del 12 de julio de 2013 Uno de los temas recurrentes en Crónica de los últimos tiempos tiene que ver con la atención que se ¿brinda? al usuario de los servicios de los bancos locales, sobre todo en el Nuevo Bersa. Cada vez que tocamos esta cuestión nuestro enojo va en aumento, ya que en vez de solucionarse el problema, se agrava mes a mes, por no decir día a día. Como soy consciente de que ejercer el periodismo en mi ciudad, de la forma que lo hacemos en Crónica, o sea poniendo la firma y no escudándome en pseudónimos ni en anónimos, vuelvo a reiterar la salvedad de que no creo que los empleados sean los culpables de los males que sufrimos dentro de las dos instituciones, más allá de algunos "vicios" que ya forman parte del folclore pueblerino y que, por otra parte, tenemos todos en cada una de las profesiones que ejercemos o trabajos en los que nos desempeñamos. Y digo esto, básicamente, porque estoy persuadido de que acá estamos hablando de defectos estructurales, y no de meras cuestiones de coyuntura. Fieles a nuestro estilo en esta profesión, agotamos, previa a la redacción de este editorial, todos los caminos que nos permiten las instancias locales, ya que para recurrir más arriba no tenemos ni el tiempo ni el presupuesto necesario. Y tampoco estamos dispuestos a hacer antesala y rogar entrevistas a quienes se creen lo que no siempre son. Para entrar definitivamente en tema, sobre todo para aquel lector desprevenido que no concurre normalmente a dicho Banco, o no lo hizo más precisamente en estos días, las circunstancias que se vivieron el miércoles por la mañana rayaron en lo kafkiano o surrealista, ya que durante horas la gente permaneció haciendo cola dentro y fuera del mismo, mascando su bronca y sin que nadie le diera respuesta a su justificada inquietud. Las veces que hemos pedido explicaciones, en nuestro simple carácter de ciudadanos, y teniendo en cuenta que el Bersa, por más que lamentablemente se privatizó, es agente financiero del estado provincial, por lo que convierte a todos los habitantes de Entre Ríos en particulares damnificados cada vez que no cumple cabalmente con su cometido, desde la gerencia o la jefatura operativa de la sucursal, siempre con muy buen ánimo y un trato deferente, han aludido a falta de respuestas por parte de la Casa Central cada vez que ellos les trasmiten las protestas del público. Debemos creer que ello es así, pero, obviamente, con eso no nos alcanza. Hace demasiado tiempo que soportamos esta situación, y ya no nos convencen esos argumentos. Particularmente la mañana del día miércoles fue uno de esos días terribles, que tanto en la literatura, como en la Historia, como en la información cotidiana, dieron lugar a reacciones masivas que fueron desde el simple batir de palmas, hasta la "pueblada". Desde la literatura, y ya que hablábamos la semana pasada de los libros que leíamos en nuestra adolescencia, podemos hoy citar Fuenteovejuna, de Lope de Vega, una obra de contenido social y reivindicativo. La rebelión del pueblo unido ante la injusticia se puede considerar de una gran valentía y de carácter pedagógico. El pueblo no se propone cambiar el sistema social, sino que busca, simplemente, justicia. Y para ello la toma de su mano y luego la pide a los reyes que avalen su acción. Desde la Historia, la Toma de la Bastilla y su consecuencia inmediata, la Revolución Francesa, ocurrieron por la desidia con la que los reyes trataban a su pueblo, situación que se resume en la célebre frase atribuida a María Antonieta, cuando la gente reclamaba por pan: "Si no tienen pan, que coman tortas". Patético. Y desde lo periodístico y más actual, recordemos el caso Blumberg (sin estar en nuestro ánimo justificar los hechos que generó y quiénes fueron sus interesados convocantes) en el que, hábilmente fogoneado por los principales medios y multimedios de la Argentina, y haciendo pie en un problema real y acuciante, generó una enorme movilización en la Plaza de los Dos Congresos que constituyó una demostración contra la saturación que engendra la inseguridad cotidiana. Eso llevó a la sanción de la llamada "Ley Blumberg" (Ley 25.886), aprobada por el Senado y la Cámara de Diputados el 14 de abril de 2004, que modificó en el Código Penal argentino la figura de los delitos con armas. La misma, junto a dos leyes complementarias, estipula en 50 años la pena máxima de prisión por sumatoria de delitos para un condenado por delitos gravísimos (violación seguida de muerte, secuestro extorsivo seguido de muerte, etc.). Los hechos ocurridos, reiteramos, en la mañana del miércoles en la sucursal Basavilbaso del Nuevo Bersa, no pasaron a mayores por la pasividad que es intrínseca del pueblerino, y principalmente porque dos o tres de los allí presentes asumimos, como voz cantante, la propuesta de llevar este reclamo a otras instancias, como la legislativa o la judicial, y no pasar a las vías de hecho. Simplemente no hay derecho a tratar a la gente con ese grado de subestimación y desentendimiento de la realidad. Cada uno de los que estábamos allí esa mañana dejó sus ocupaciones por más de tres horas, en la mayoría de los casos para poder pagar obligaciones que vencían ese día, o para cobrar lo que por derecho nos correspondía, cualquiera fuera el origen de ese derecho. Y a casi todos nosotros eso nos generó inconvenientes en muchos casos insalvables o gravosos. En nuestro caso, particularmente, nos impidió pagar en tiempo y forma la tarjeta que se vencía ese mismo día en el Banco de la Nación, y a cuyo efecto debíamos cobrar un cheque en el "agente financiero" de la provincia. Pero seguramente hubo otros que resultaron mucho más damnificados, aunque para el reclamo alcanza solo con la inmoralidad de la demora. Es anecdótico ya que una señora haya tenido que comprar comida hecha porque no llegaba a tiempo para cocinarle a sus hijos que salían de la escuela, o que otra haya llegado al límite de la descompostura por los nervios, la falta de sus medicamentos y la ausencia de baños públicos. Nadie en su sano juicio puede salir de su casa para el banco pensando en que va a perder toda la mañana. Es totalmente incomprensible, por lo menos en nuestro pueblo. En síntesis, la propuesta que allí surgió, y de la que algunos tomamos la posta, es recurrir a una alternativa que nos ofrece la Constitución de Entre Ríos reformada en 2008, que en su art. 49 establece que "Todos los habitantes mayores de dieciséis años con dos de residencia en la Provincia pueden presentar proyectos de ley ante cualquiera de las Cámaras, con el dos por ciento, como mínimo, de firmas del padrón electoral provincial". Eso, en números, equivale a alrededor de 20.000 firmas que avalen el proyecto, en el que, por lo pronto, ya estamos trabajando, y que básicamente buscará que a los fines de la protección de los derechos de usuarios, las entidades financieras y no financieras, que presten servicios de cobranzas de cualquier índole y de pago de haberes a aquellos que por convenios o disposiciones de cualquier naturaleza deban percibirlos en ellas, estén obligadas a garantizar que el tiempo de espera en caja, ventanilla y/o cajero automático, no supere el término de media hora. A tal efecto, se deberá establecer la obligación de las instituciones indicadas de poner a disposición de los usuarios o consumidores un sistema de registro voluntario de horario de llegada y de salida, como asimismo del trámite que desea realizar. Por supuesto que el correlato de este resumen será el de las sanciones que la misma deberá prever para los casos de incumplimiento, y que deberán ser sumamente severas a fin de no terminar por parecer solo un paliativo que le cause gracia y no dolor al poderoso dueño del Banco. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existe ya una ley similar, que establece el carácter de "práctica abusiva" las largas esperas, aun cuando se provea a los clientes de suficientes asientos, haya instalaciones sanitarias y el orden de atención sea según ticket numerado. Sabemos contra qué vamos, porque como dijera alguna vez muy sabiamente José Ingenieros, a quién también se debería volver a leer, "los intereses creados obstruyen la justicia". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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